1.000 Años sin pasar de moda
La cerveza es uno de los productos más antiguos de nuestra civilización. Ha mantenido el interés del ser humano por más de 10.000 años, desde sus presuntos orígenes en Mesopotamia y Sumeria. Las primeras recetas se componían de cebada, agua y levadura, y fue en la Edad Media cuando a los mercaderes de Flandes y Holanda se les ocurrió añadirle lúpulo, que le dio cierto sabor amargo. Ya por aquel entonces se consideraba una bebida nutritiva que bebían campesinos y nobleza.
Los expertos incluyen un vaso de cerveza al día en la dieta mediterranea.
Muchos investigadores han centrado sus estudios en la cerveza, dando a conocer una multitud de propiedades. Hasta hoy se ha demostrado que mejora el sistema cardiovascular, contiene efectos antiinflamatorios, mejora la salud ósea, previene el Alzheimer y la diabetes… además, tiene un aporte calórico muy bajo, lo que pone en entredicho el mito de la ‘barriga cervecera’. De hecho, según una investigación de la Universidad de Granada, la cerveza podría ser la bebida ideal para hidratarse tras hacer ejercicio. Y sin haber hecho deporte también: cualquier experto considera recomendable incluir un vaso de cerveza diario en la dieta. En Alemania incluso está la creencia popular de que beber cerveza caliente es un buen remedio contra los resfriados.
El dueño de un ‘spa de cerveza’ asegura al New York Times que la cerveza es muy buena para la piel por las vitaminas y la levadura, que limpia y seca. Catherine Zeta Jones es aficionada confesa a tratarse el pelo con miel y cerveza, y no debe ser la única, puesto que en Estados Unidos se ha lanzado una línea de champús a base de cerveza. Con tantos beneficios tradicionales conocidos y tantos otros usos conociéndose, no es de extrañar que entre cañas brindemos al grito de: «¡Salud!»
M.A. Barón