Cuando la música cura
Sabemos que hay pocas cosas más reconfortantes que escuchar nuestra música favorita. Solemos acudir a ella para estimular trabajos, amenizar trayectos, o simplemente relajarnos… Pero, ¿hasta qué punto actúa la música en nuestra fisionomía? Las primeras referencias a la musicoterapia fueron escritas por los antiguos filósofos, quienes recomendaban tocar un instrumento al día para eliminar del organismo el miedo, las preocupaciones y la ira.
El sonido es un gran sanador. Escuchar música influye sobre la presión sanguínea, los niveles hormonales y la respiración.
Numerosos estudios desde aquel entonces han demostrado que el sonido es un gran sanador. Escuchar música influye sobre la presión sanguínea, los niveles hormonales y la respiración. Los latidos aceleran o decrecen hasta sincronizarse con el ritmo de la melodía. Ayuda a mejorar la concentración, el aprendizaje, o la gestación desde el feto. Pero también cuenta con unos efectos curativos sorprendentes gracias a su poder de distracción. Cuando nos duele algo, el cerebro presta menos atención a los focos del dolor si estamos escuchando una canción, hasta el punto que no importa qué tipo de música sea, si estamos concentrados en ella.
Todas estas investigaciones dieron paso a la musicoterapia como parte de la medicina. La idea es que si la enfermedad se genera por un estímulo negativo que el cerebro reproduce en el cuerpo, este puede ser contrarrestado mediante otro estímulo que nos resulte agradable. Cada vez más hospitales promueven esta corriente y tratan a sus pacientes con sesiones musicales como acompañamiento de otra terapia para la ansiedad, el autismo, o el alzheimer, entre otras. No es de extrañar, pues, que estos especialistas se refieran a la musicoterapia como “algo que definitivamente deberíamos intentar” como primera toma de contacto ante molestias.
M.A Barón