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Con motivo del Día Internacional del beso, queremos contarte el origen de la Calle Beso en Granada. ¿Conocías la historia?

¿Conoces la historia de la calle beso?

Es una de las páginas más bellas de la historia del Albayzín, que debió haber tenido lugar alrededor del siglo XVI. En una pequeña casa en la calderería granadina, en plena cuesta de San Gregorio, vivía una pareja de recién casados. Él calderero y ella ama de casa, a ambos les encantaban los niños y soñaban con tener descendencia. Esperaron pacientemente hasta entrar en la treintena cuando la espera llegó a su fin; ella quedó finalmente encinta y los días del matrimonio se llenaron de alegría mientras esperaban al retoño.

La pequeña creció feliz aprendiendo de su madre todo lo que debería saber para cuando llegase el momento de convertirse en esposa, su buen carácter y disposición para con los vecinos la hicieron una chiquilla muy popular en el barrio. A medida que iba creciendo fue adquiriendo rasgos de mujer y no le faltaron los pretendientes en el barrio. Entre ellos se encontraba un oidor que era muy de su agrado. En aquella época los padres tenían la última palabra en cuanto al casamiento de sus hijos, y la posibilidad de que una mujer se casara con el hombre deseado era muy remota, aunque en este caso los padres vieron una oportunidad para ascender socialmente, y pensaron que el muchacho daría a su hija todo aquello que a ellos les fue imposible.

El noviazgo duró un año y se fijó una fecha para la boda, pero un trágico suceso trastocó los planes de la familia. Amaneció un día radiante en Granada cuando la madre quedó extrañada por la tardanza de su hija en levantarse, puesto que siempre lo hacía muy temprano. Llamó a su habitación y tras no obtener respuesta dio un violento empujón a la puerta de madera, tras la que encontró a su hija inerte en su cama. La muchacha no daba signos de respiración y presentaba un rostro lívido, que no dejaba entrever otra posibilidad que la de su muerte. La madre gritó desesperada y acudió a la calderería del padre para darle la trágica noticia. El barrio no tardó en enterarse y el párroco de San Gregorio pasó por allí a bendecir el cadáver. Se instaló la capilla ardiente y en la habitación solo quedaron los padres y el prometido, que aún incrédulo solo podía mover la cabeza en forma de negación mientras caminaba por la sala. La madre quiso despedir a su hija con un beso y al acercar sus mejillas a ella notó un rubor y una ligera agitación en su pecho. Los padres llamaron apresuradamente al médico que vivía en la cuesta mientras la niña daba cada vez más señales de vida.

El médico diagnosticó un episodio de catalepsia, pero para los vecinos fue el beso lo que devolvió a la vida a la muchacha, y desde entonces se nombró a la calle con ese nombre.

 

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